Soberanía Económica Y Democracia Monetaria

Dos Caminos Hacia La Liberación Económica 


El sistema monetario actual es una estructura de poder que beneficia a unos pocos: los bancos privados, que crean dinero de la nada mediante préstamos con intereses, sometiendo a gobiernos y ciudadanos a ciclos perpetuos de deuda. Frente a este modelo opresivo, han surgido dos movimientos que buscan transformar radicalmente la forma en que entendemos y usamos el dinero: el movimiento por la soberanía monetaria y el movimiento por la democracia del dinero. Aunque comparten un diagnóstico común —la necesidad de desmantelar el monopolio financiero privado—, difieren en sus estrategias y visiones de largo plazo. Sin embargo, lejos de ser contradictorios, podrían ser etapas complementarias de una misma revolución económica.


La Soberanía Monetaria. Recuperar el Dinero como Bien Público


El movimiento por la soberanía monetaria parte de una premisa simple pero radical: el dinero no debe ser creado por bancos privados, sino por el Estado en representación del interés público. Hoy, más del 90% del dinero en circulación es generado por la banca comercial a través de préstamos, lo que convierte a la deuda en un mecanismo de control social. Este sistema concentra riqueza, genera crisis recurrentes y obliga a los Estados a depender de los mercados financieros.

La soberanía monetaria propone que el banco central —como institución pública— sea el único emisor de dinero, eliminando el privilegio de la reserva fraccionaria que permite a los bancos multiplicar el dinero prestado sin respaldo real. Así, el financiamiento de servicios esenciales —como salud, educación o infraestructura— no dependería de deuda privada, sino de una emisión responsable y democráticamente controlada a través de auditorías ciudadanas.

Ejemplos históricos, como el "milagro económico" de Islandia tras nacionalizar su banca en 2008, o iniciativas como la Vollgeld suiza, muestran que es posible desafiar el poder financiero. Sin embargo, este enfoque sigue confiando en una institución centralizada, el gobierno. Y aquí es donde surge la crítica desde la democracia del dinero.


La Democracia del Dinero. Más Allá del Gobierno


Mientras la soberanía monetaria busca estatalizar la creación del dinero, la democracia del dinero va más lejos: propone democratizar su diseño, emisión y gestión, eliminando no solo el control privado, sino también cualquier forma de monopolio, incluido el estatal. Para este movimiento, el dinero debe ser una herramienta al servicio de las comunidades, no de élites políticas o financieras.

Experimentos como el Wörgl austriaco en 1932, donde una moneda local oxidable —que perdía valor con el tiempo— revitalizó la economía local, o las criptomonedas comunitarias, demuestran que el dinero puede funcionar sin bancos centrales ni privados. Incluso una moneda oxidable evita cualquier tipo de enriquecimiento, matando dos pajaros de un tiro, puede ser nacional y no estar manejada por una elite. La democracia del dinero aboga por sistemas descentralizados, participativos y flexibles: desde bancos de tiempo hasta monedas digitales gestionadas por cooperativas.

Pero hay un desafío: sin una estructura estatal fuerte, estas alternativas suelen ser vulnerables a la cooptación por poderes económicos o a la falta de escala. Por eso, la soberanía monetaria podría ser un primer paso necesario para debilitar a la banca privada, allanando el camino a modelos más radicales.


Hacia una Liberación Monetaria Integral


La lucha por el control del dinero es, en el fondo, una lucha por la democracia real. Primero, hay que arrebatar el poder de crear dinero a los bancos privados (soberanía monetaria); después, hay que evitar que ese poder lo acapare un nuevo actor centralizado, como el gobierno (democracia del dinero).

No se trata de elegir entre una u otra, sino de entenderlas como fases de un mismo proceso: solo cuando el dinero deje de ser un instrumento de dominación privada podremos experimentar con sistemas verdaderamente libres y participativos. La pregunta no es "Estado o comunidad", sino cómo usar al primero para construir la segunda. El camino es largo, pero el destino —un sistema monetario al servicio de la vida, no del lucro— vale la pena.

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