El Alquimista de las Artes y la Cosmogonía Personal

En el panorama del arte y el pensamiento hispanoamericano del siglo XX, la figura de Xul Solar emerge como un faro de originalidad inclasificable. Su obra, tejida entre lo místico, lo vanguardista y lo utópico, desafía las categorías tradicionales del arte para proponer un universo propio donde la pintura, la música, la lingüística, la astrología y la filosofía se funden en una sinfonía de símbolos y búsquedas espirituales. Más que un artista, Xul Solar fue un creador de mundos, un alquimista moderno que buscó trascender los límites de la materia y el lenguaje para alcanzar una síntesis cósmica.

Aquí no solo encontraremos al artista, sino al místico, al lingüista revolucionario, al compositor de realidades alternas y al arquitecto de utopías. Su obra no fue una suma de partes, sino un organismo vivo en el que cada elemento —desde el trazo más fino de una acuarela hasta la estructura gramatical de su Panlengua— estaba impregnado de una visión cósmica única.


La Pintura como Cartografía del Invisible


Xul Solar abordó la pintura no como una mera representación estética, sino como un acto de revelación. Sus acuarelas y témperas —de colores luminosos y transparencias etéreas— son ventanas hacia universos paralelos donde las leyes de la física y la lógica se suspenden. Cada obra suya era un laboratorio de transformación, donde los pigmentos se convertían en energía y las figuras en entidades vivas. Influenciado por el expresionismo alemán, el cubismo y el surrealismo, desarrolló un estilo único que él mismo denominaba "criollo", en el sentido de una mezcla autóctona de tradiciones europeas y americanas.

En obras como Pan árbol de 1926, la naturaleza se convierte en un organismo sagrado con raíces y ramas se entrelazan con escaleras, ojos flotantes y signos astrológicos, sugiriendo una conexión entre lo terrenal y lo divino. Sus Pan-ciudades —estructuras arquitectónicas que flotan en el aire— reflejan su fascinación por las utopías sociales y las moradas espirituales. Estas ciudades no obedecen a la gravedad; son lugares donde los seres humanos podrían vivir en armonía, libres de las limitaciones materiales.

La técnica de Xul Solar era minuciosa y a la vez intuitiva. Prefería la acuarela por su fluidez, que permitía veladuras y superposiciones de planos, creando efectos de profundidad casi oníricos. En Drago, por ejemplo, las figuras humanoides se fusionan con animales y edificios, como si toda la creación estuviera interconectada en un mismo tejido vital. Sus composiciones, aunque aparentemente caóticas, están estructuradas mediante geometrías ocultas —influenciadas por la cábala y la teosofía—, donde cada forma y color tiene un significado esotérico específico.

Su técnica, aunque aparentemente ligera —como en las acuarelas de Vuel villa o Pan árbol—, estaba cargada de intencionalidad esotérica. Los colores no eran arbitrarios el azul no era solo azul, sino la vibración del cielo espiritual; el rojo no era un tono, sino la sangre cósmica que une a todos los seres.

En obras como Ciudad lagui de 1944, las arquitecturas se curvan y flotan como si estuvieran hechas de una sustancia etérea, desafiando las leyes de la gravedad. Estas estructuras no son meras fantasías, sino modelos de realidades posibles. Xul creía que, al pintar ciudades utópicas, estaba contribuyendo a su materialización en algún plano de existencia. Su conexión con la teosofía y las enseñanzas de Madame Blavatsky es evidente aquí en el arte como vehículo de evolución humana, como puente hacia mundos superiores.

Pero lo más fascinante es cómo integraba sistemas simbólicos complejos en sus cuadros. En Nuevo San Danza, las figuras no bailan en un espacio físico, sino en un espacio-tiempo sagrado, donde los movimientos corresponden a constelaciones y ritmos cósmicos. Cada detalle —las manos extendidas, los pies que no tocan el suelo, los ojos que flotan como estrellas— está calculado para transmitir una enseñanza oculta. Xul no pintaba para decorar, sino para iniciar.


La Búsqueda de la Palabra Universal


Si en la pintura Xul Solar exploraba lo visual, en el terreno lingüístico buscó recrear el lenguaje mismo. Su proyecto más ambicioso fue la Panlengua, un idioma universal basado en símbolos y lógica, diseñado para superar las barreras culturales. Inspirado en el esperanto pero yendo más allá, la Panlengua no era solo una herramienta de comunicación, sino un sistema filosófico que aspiraba a reflejar la estructura misma del cosmos.

Paralelamente, desarrolló el Neocriollo, una lengua utópica que mezclaba español, portugués y elementos de lenguas indígenas, pensada como vehículo de unidad americana. Para Xul, el lenguaje no era neutral y cada palabra, cada letra, contenía una energía capaz de modificar la realidad. Esta creencia lo llevó a crear alfabetos visuales —como los que aparecen en sus pinturas— donde las letras se transforman en entidades vivas, dotadas de colores y formas simbólicas.

En sus manuscritos, experimentó con caligramas y escrituras automáticas, anticipándose a las prácticas surrealistas. Borges, su amigo y admirador, destacó alguna vez que Xul "escribía como si estuviera descifrando un mensaje de otro planeta". Esta actitud revela su visión del lenguaje como un código sagrado, un puente entre lo humano y lo divino.

Los idiomas inventados eran su intento de codificar lo inefable. La Panlengua no era un simple experimento lingüístico, sino un sistema filosófico completo. Xul la concebía como un idioma a priori, es decir, no basado en lenguas existentes, sino en estructuras universales de pensamiento. Cada palabra en Panlengua era un símbolo que contenía su propia definición en su forma fonética y gráfica. Por ejemplo, la palabra para "Dios" no era arbitraria, sino que resonaba con el sonido primordial que, según él, subyace a la creación.

El Neocriollo, por otro lado, era un proyecto político-cultural. Xul soñaba con una América unida, y su lengua criolla era un paso hacia esa unidad. Pero este idioma no era una mezcla caótica, tenía reglas gramaticales precisas. En sus manuscritos, se encuentran poemas y textos en Neocriollo que hablan de ciudades futuras, de viajes astrales, de una humanidad redimida.

Lo más revolucionario eran sus alfabetos visuales. Xul no solo inventaba palabras, sino también nuevas formas de escribirlas. En sus cuadernos, hay letras que son al mismo tiempo dibujos como una "A" podría ser una escalera al cielo, una "M" convertirse en una montaña sagrada. Estos alfabetos no servían solo para comunicar, sino para activar algo en quien los contemplaba. Era como si creyera que, al aprender a leer sus símbolos, la mente se expandiría hacia nuevos niveles de conciencia.


Sonidos del Más Allá


La música fue otra de sus obsesiones. Xul Solar no solo era un melómano, sino que propuso una reforma radical del sistema musical occidental. Criticaba la escala de doce notas por considerarla limitada y diseñó una escala de dieciséis sonidos, que —según él— permitiría expresar matices emocionales y espirituales más sutiles.

Además, modificó instrumentos existentes y creó un piano cromático con teclas coloreadas, asociando cada nota a un color específico, una idea cercana al sinestetismo. Para Xul, la música era "geometría audible", una manifestación de las mismas leyes armónicas que gobiernan el universo. En sus cuadernos, se encuentran esquemas de instrumentos imaginarios, como arpas de cuerdas luminosas o flautas que solo podrían ser tocadas por seres de otras dimensiones.

La música en Xul Solar no era un arte separado, sino la misma esencia vibratoria del universo. Su propuesta de una escala de dieciséis notas —en lugar de las doce tradicionales— surgió de su convicción de que la música occidental estaba incompleta. Él escuchaba microtonos, intervalos más pequeños que los semitonos, y creía que estos sonidos "ocultos" tenían propiedades místicas.

Su piano cromático fue un intento de materializar esta visión. Las teclas no eran blancas y negras, sino de colores, cada uno asociado a una emoción, un planeta, un chakra. Tocar este piano no era solo interpretar melodías, sino invocar fuerzas. Xul dejó esquemas de cómo debería ser este instrumento, pero nunca llegó a construirlo por completo. Sin embargo, sus anotaciones revelan un conocimiento profundo de acústica y armonía, combinado con una intuición casi chamánica.

En sus cuadros, la música está siempre presente en Los músicos ambulantes, las figuras tocan instrumentos imposibles, con cuerdas que son rayos de luz y tambores que flotan en el aire. Para Xul, estos músicos no eran personajes, sino entidades que traían melodías de otras dimensiones.


Esoterismo y Sistemas Simbólicos


El pensamiento de Xul Solar estaba imbuido de corrientes ocultistas como la cábala, la astrología, el tarot y la numerología pitagórica. Sin embargo, no era un mero repetidor de dogmas esotéricos, reinterpretaba estas tradiciones a través de su propia cosmovisión.

Diseñó su propio zodíaco, donde los signos tradicionales se mezclaban con iconos de su invención, reflejando una astrología más personal y libre. Sus barajas de tarot —pintadas a mano— incluían arcanos mayores con figuras híbridas, como ángeles-astronautas o dragones geométricos. Para él, estos sistemas no eran supersticiones, sino herramientas de conocimiento, mapas para navegar lo invisible.

La numerología fue clave en su obra, números como el 3, el 7 y el 12 aparecen recurrentemente en sus pinturas, representando principios cósmicos. En San Danza, las figuras sagradas giran en círculos, evocando tanto danzas rituales como órbitas planetarias —una fusión de lo micro y lo macrocosmos—.

 Creía que los astros no determinaban el destino, sino que eran claves para entender el libre albedrío. En sus cartas astrales —que hacía para amigos como Borges— no había predicciones fatalistas, sino rutas de crecimiento espiritual.

Su versión del tarot era igual de personal. Los arcanos mayores incluían símbolos de todas las tradiciones, el Mago podía ser un chaman andino, la Torre una pirámide egipcia en llamas. Estas cartas no servían para adivinar el futuro, sino para meditar sobre los arquetipos universales. Xul las pintaba en pequeñas acuarelas, como si fueran talismanes portátiles.


Un Misticismo Criollo


Detrás de todas sus creaciones late una filosofía vital que podríamos llamar misticismo criollo. Xul Solar creía en la posibilidad de una evolución humana hacia planos superiores de conciencia, donde el arte, la ciencia y la espiritualidad se unificarían. Su visión era a la vez utópica y pragmática que soñaba con sociedades más justas, pero también trabajaba en proyectos concretos —como sus idiomas o sus reformas musicales— para hacerlas posibles.

Influenciado por el pensamiento de Rudolf Steiner y la teosofía, veía al artista como un medium, un canal de fuerzas creativas universales. Pero a diferencia de otros místicos, su enfoque era lúdico y desprejuiciado, jugaba con los símbolos, los reinventaba, los ponía a dialogar entre sí. Esta actitud lo acercaba a la infancia como estado de pureza creativa —de ahí su fascinación por los juguetes, los juegos de mesa y las arquitecturas fantásticas—.

Xul Solar no era un soñador pasivo, creía que las utopías ya existían en algún plano, y que el arte era un medio para acceder a ellas. Su concepto de Pan-arte —una fusión de todas las disciplinas— era un camino hacia lo que llamaba "la gran obra", es decir, la transformación espiritual de la humanidad.

Influenciado por el Taoísmo, veía el universo como un juego de opuestos complementarios, luz y sombra, sonido y silencio, forma y vacío. Pero a diferencia de los místicos tradicionales, él no buscaba escapar del mundo, sino recrearlo. Sus ciudades flotantes, sus idiomas universales, sus escalas musicales expandidas —todo eran herramientas para construir una realidad más libre.


El Universo Inagotable de Xul


Xul Solar murió en 1963, pero su obra sigue desafiando a quienes se acercan a ella. Su casa en Buenos Aires, convertida en museo, preserva el aura de un taller alquímico donde cada objeto —desde sus pinceles hasta sus manuscritos— parece contener un secreto.

Hoy, su figura resurge como precursor de ideas que solo décadas después ganarían fuerza en la interdisciplinariedad, la fusión entre arte y tecnología, la crítica a los sistemas rígidos de conocimiento. Su búsqueda de unidad a través del arte sigue siendo un faro para quienes creen que la creación puede ser un acto de transformación espiritual.

Cada generación descubre en él algo nuevo, los artistas visuales ven a un precursor del arte fantástico; los músicos, a un visionario de la microtonalidad; los lingüistas, a un revolucionario del lenguaje. Pero quizás su mayor enseñanza es que el arte no tiene fronteras que un mismo espíritu puede pintar, inventar palabras, componer música y diseñar utopías, sin miedo a la incoherencia.

En un mundo cada vez más especializado, Xul Solar es un recordatorio de que la verdadera creatividad nace cuando dejamos de separar el conocimiento en cajones. Su obra no es para ser analizada, sino para ser habitada —como una casa con puertas a otros mundos—. Su obra, en definitiva, es un espejo cóncavo donde lo personal y lo cósmico se reflejan, invitándonos a imaginar otros mundos posibles.

Como escribió Borges: "Xul Solar pintaba como quien descifra un misterio, y ese misterio era, acaso, él mismo". 

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