El Anarca de Ernst Jünger

 


Ernst Jünger nació en 1895 murió en 1998 fue un escritor, filósofo y veterano de guerra alemán cuya obra explora temas como la tecnología, la modernidad, la guerra y la resistencia individual. Aunque no fue un anarquista en el sentido clásico, su pensamiento a veces se ha asociado con ciertas corrientes anarco-individualistas o nietzscheanas, especialmente en su fase más rebelde y anti-burguesa.


Rebelión contra el Sistema


 En obras como "El trabajador" de 1932, Jünger critica la sociedad burguesa y la democracia liberal, aunque desde una perspectiva más aristocrática y vitalista que igualitaria. Su postura podría relacionarse con un anarquismo de élite, cercano a Stirner o Nietzsche, más que con el anarcocomunismo o el colectivismo.


"El Anarca" vs. el Anarquista


En Eumeswil de 1977, Jünger introduce la figura del "anarca" distinto del anarquista común. El anarca no busca destruir el Estado, sino que vive en una libertad interior absoluta, indiferente al poder. Es un soberano individual que se mueve entre sistemas sin someterse a ninguno.  


Influencias Anarco-individualistas

 

Jünger leyó a Max Stirner-"El único y su propiedad", cuya filosofía del egoísmo resuena en su idea de autonomía personal. También compartía con los anarquistas una desconfianza hacia el progreso tecnocrático y la masificación como se ve en "Sobre los acantilados de mármol" en 1939.


Postura Ambigua Frente al Poder


Aunque en su juventud tuvo cercanía con círculos nacionalistas, luego desarrolló un distanciamiento crítico de toda ideología. Rechazó el nazismo aunque no fue un opositor abierto y, en sus últimos años, simpatizó con posturas más libertarias y ecológicas.


¿Era Jünger un Anarquista?


No en el sentido convencional, pero su defensa de la autonomía individual y su crítica a la modernidad lo acercan a ciertas corrientes anarco-existencialistas. Su "anarca" es una figura que trasciende las dicotomías políticas clásicas.  


Una Soberanía Invisible en el Tiempo del Titán


La figura del anarca, delineada por Ernst Jünger en sus obras tardías —particularmente en Eumeswil—, no es un simple rechazo al poder, sino una forma superior de libertad que trasciende las categorías políticas convencionales. Mientras el anarquista clásico se define por su oposición frontal al Estado, el anarca de Jünger opera desde una indiferencia activa, una autonomía tan radical que ni siquiera necesita negar el sistema para existir fuera de él. 


Los Cimientos


El anarca no surge en el vacío. Su genealogía se remonta a Max Stirner, cuyo El Único y su Propiedad desmonta todas las abstracciones —Dios, Estado, Humanidad— que esclavizan al individuo. Para Stirner, la verdadera libertad no es colectiva, sino que nace de la conciencia de ser propietario de sí mismo. Jünger absorbe esta idea, pero la somete a un filtro nietzscheano, el anarca no es solo el "único" stirneriano, sino un espíritu superior que, como el Zaratustra, vive en el mundo sin pertenecer a él. No se opone al colectivo pero tampoco se somete. 

Aquí se dibuja una paradoja, el anarca no lucha contra el poder porque ya no lo reconoce como relevante. Mientras el anarquista tradicional se agota en la protesta —y así, en cierta forma, sigue atado al sistema que denuncia—, el anarca de Jünger es como un viajero que atraviesa regímenes sin dejar huella. En Eumeswil, el personaje de Venator, un historiador que trabaja para un tirano pero permanece mentalmente libre, encarna esta actitud de servir sin someterse, observar sin comprometerse.  


Guerra, Técnica y la Máscara del Anarca


El anarca es también hijo de la experiencia bélica de Jünger. En Tempestades de acero de 1920, el joven voluntario de la Primera Guerra Mundial descubre que, en el caos de la trinchera, la libertad no está en la victoria o la derrota, sino en la capacidad de conservar la lucidez ante el horror. Esta vivencia se transforma, décadas después, en la ética del anarca, un estoicismo activo frente a la maquinaria técnica del mundo moderno.  

En El trabajador de 1932, Jünger describe una era dominada por el Titán —la técnica convertida en fuerza autónoma—, donde el individuo parece condenado a ser un engranaje. Frente a esto, el anarca no propone una revolución que sería absorbida por el mismo sistema, sino una retirada estratégica como cultivar un espacio interior inexpugnable. No es un escapista, sino un saboteador silencioso que usa las estructuras del poder sin internalizar sus valores.  


La Crítica a la Rebelión Organizada 


Jünger distingue explícitamente al anarca del anarquista. En Pasados los setenta de 1980, escribe: "El anarquista quiere destruir el Estado; el anarca, ignorarlo". La diferencia es crucial el anarquista cree en la lucha política, mientras que el anarca desplaza el conflicto al plano existencial.  

Esta postura evita la trampa de la dialéctica amo-esclavo hegeliana, el anarca no busca invertir el poder, sino volverse invisible a sus radares. En Heliópolis de 1949, la ciudad gobernada por tecnócratas y generales, los personajes libres no son los revolucionarios, sino aquellos que, como el médico Ortner, ejercen su oficio con excelencia al margen de las ideologías.  


El Bosque como Símbolo


En Sobre los acantilados de mármol de 1939, una alegoría del avance del totalitarismo, Jünger ya insinúa la vía del anarca. Los hermanos narradores, tras resistir al Gran Guardabosques, figura del tirano, no triunfan ni son derrotados, se retiran a las montañas, preservando su dignidad en la derrota aparente. Este gesto —ni sumisión ni martirio— prefigura la estrategia del anarca en la huida como victoria.  

El bosque, recurrente en Jünger, simboliza ese espacio de autonomía. No es una utopía comunitaria, sino un refugio para la individualidad soberana. En un mundo hiperconectado, el anarca moderno podría ser aquel que, sin renunciar a la tecnología, desactiva su poder psicológico, usa internet sin ser usado por él, trabaja sin idolatrar el trabajo, habita las ciudades como un nómada.  


¿Vigencia del Anarca? 

  

La propuesta de Jünger no está exenta de contradicciones. ¿Es posible ser un anarca en una sociedad de vigilancia digital? ¿No es su indiferencia una forma de complicidad con el poder? Algunos críticos ven en el anarca un individualismo elitista, útil solo para espíritus excepcionales.  

Sin embargo, su fuerza radica en ofrecer una alternativa más allá de la dicotomía rebelión/sumisión. En una época donde las protestas son absorbidas por el espectáculo y la resistencia se convierte en mercancía, el anarca recuerda que la libertad empieza por negarse a interpretar los roles asignados.  


La Inmortalidad del Anarca


El anarca no es un modelo político, sino una categoría metafísica del hombre que, como escribió Jünger, "lleva su orden dentro de sí". Su legado no está en programas o manifiestos, sino en la pregunta incómoda ¿Cómo ser libre cuando todas las rutas parecen cooptadas?  

En un mundo donde el poder ya no necesita grilletes —basta con algoritmos y entretenimiento—, el anarca jüngeriano resurge como un fantasma necesario. No pide seguidores, porque su verdadera enseñanza es que la soberanía no se delega, se ejerce en silen

cio como un arte marcial aplicado a la vida cotidiana.  

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