Izquierda y Derecha en la Tradición

 

Tradición como "Llama Viva"


La tradición, lejos de ser un mero legado estático, es un proceso activo de transmisión que se renueva en cada generación. Su esencia es análoga al fuego, requiere de custodios que lo aviven como rituales, memoria colectiva, educación para no extinguirse. En el Hinduismo, la tradición o paramparā se concibe como un conocimiento que fluye de maestro a discípulo, adaptándose sin perder su núcleo. En las culturas indígenas, la oralidad mantiene viva la cosmovisión a través de relatos que se actualizan en nuevos contextos.  

La ruptura moderna con la tradición como critica, por ejemplo, Julius Evola surge cuando esta se museifica o se reduce a folclore, perdiendo su dimensión sagrada y transformadora.


Vía Derecha/Vía Izquierda


Derecha/izquierda como arquetipos trascendentes, no meramente políticos, es crucial. Estas categorías tienen raíces en símbolos cósmicos por un lado de derecha ligada al sol con claridad, orden, lo masculino en muchas tradiciones, a lo celeste como en Platón o el Yang chino. Y por otro lado de izquierda vinculada a la luna con oscuridad, caos, lo femenino sagrado, lo telúrico el Yin, las diosas ctónicas. También se liga a iniciaciones espirituales como la vía derecha en el Tantra blanco o el misticismo cristiano que busca la trascendencia mediante la disciplina y lo comunitario. Y la *vía izquierda el tantra rojo, chamanismo que trabaja con lo transgresor, lo "turbio", para transformarlo, a menudo en soledad, lo "individual".  

En la modernidad, estas vías se secularizan con la derecha política que idealiza el orden jerárquico como herencia del "espíritu" tradicional, mientras la izquierda revolucionaria exalta lo material dialéctica marxista y la autonomía individual. Pero, su origen es más profundo y ambivalente ya que lo "izquierdo" también alberga lo sagrado en la diosa Kali, el lado nocturno del camino espiritual.

Reivindicar la tradición como llama viva implica superar reduccionismos, ni nostalgia por un pasado idealizado ni adopción acrítica de lo "nuevo". Del mismo modo, entender la derecha/izquierda como arquetipos ayuda a desentrañar su carga simbólica, hoy distorsionada por la polarización ideológica.  


La Llama Viva y las Vías 


Continuando con lo dicho la tradición no es un mausoleo de ideas petrificadas, ni un archivo polvoriento de costumbres olvidadas. Es, más bien, una llama que arde perpetuamente, transmitiéndose de generación en generación, adaptándose sin perder su esencia. No se trata de un legado inerte, sino de un fuego sagrado que ilumina el camino de quienes lo reciben y lo renuevan. Este dinamismo es lo que ha permitido a las grandes civilizaciones perdurar más allá de los siglos, sobre las mareas del cambio y la decadencia. Sin embargo, en la modernidad, la tradición ha sido frecuentemente malinterpretada para algunos, es un lastre que frena el progreso; para otros, un refugio nostálgico de un pasado idealizado. Ninguna de estas visiones capta su verdadera naturaleza. La tradición es vida, no reliquia; es continuidad, no repetición.  

Junto a esta concepción de la tradición como fuerza activa, existe otra dicotomía fundamental que ha moldeado el pensamiento humano desde tiempos remotos es la distinción entre la vía derecha y la vía izquierda. Estas categorías, aunque hoy se asocian principalmente con la política, tienen raíces mucho más profundas y arquetípicas. No surgieron en los debates parlamentarios de los siglos XVIII o XIX, sino que se remontan a las primeras civilizaciones, donde ya se percibía una división fundamental en la manera de entender el mundo, lo sagrado y el lugar del hombre en el cosmos. La derecha estuvo históricamente ligada a la luz, al orden, a lo espiritual y a lo comunitario, mientras que la izquierda se asociaba con lo oscuro, lo material, lo transgresor y lo individual. Estas no eran meras preferencias filosóficas, sino expresiones de dos fuerzas complementarias que rigen la existencia.  


La Tradición como Transmisión Viva 


Para comprender por qué la tradición no es algo muerto, debemos primero definirla en su sentido más auténtico. La palabra misma proviene del latín "traditio", que significa "entregar" o "transmitir". No se trata simplemente de conservar, sino de pasar una antorcha. Las grandes tradiciones—ya sea el Hinduismo con su cadena ininterrumpida de maestros y discípulos los guru-paramparā, el Cristianismo con su sucesión apostólica, o las culturas indígenas con su transmisión oral—siempre han entendido que su supervivencia depende de una recepción activa. Un texto sagrado no es tradición por el simple hecho de existir; se convierte en tradición cuando es leído, interpretado y vivido por una comunidad que lo hace suyo.  

Este proceso implica necesariamente una tensión entre permanencia y cambio. Una tradición que se fosiliza, que rechaza toda adaptación, termina por convertirse en una cáscara vacía, incapaz de responder a las necesidades de su tiempo. Por otro lado, una tradición que se diluye en el cambio constante pierde su identidad y se vuelve irreconocible. El verdadero equilibrio radica en mantener el núcleo esencial—los principios metafísicos, los ritos fundamentales—mientras se permite que las formas externas evolucionen. Un ejemplo claro es la liturgia en las religiones donde las palabras pueden traducirse, los gestos pueden ajustarse, pero el significado profundo permanece.  

La modernidad, con su culto a la novedad y su desprecio por el pasado, ha intentado frecuentemente cortar este hilo de transmisión. Ha distorsionado las vías originales. Se ha visto la tradición como un obstáculo para la razón ilustrada o para la liberación individual. Pero esta ruptura ha tenido un costo en el hombre contemporáneo, aunque tecnológicamente poderoso, suele sentirse espiritualmente huérfano. Al perder el contacto con las tradiciones que alguna vez dieron sentido a la existencia, se encuentra en un mundo desacralizado, un mundo desencantado, donde todo es permutable y nada es verdaderamente sagrado.  


Las Vías Derecha e Izquierda


Mientras que la tradición es el marco general que sostiene una civilización, las vías derecha e izquierda representan dos modos fundamentales de relacionarse con lo sagrado y con el mundo. Estas categorías son anteriores a su apropiación por la política moderna; de hecho, su origen se encuentra en las antiguas divisiones simbólicas presentes en casi todas las culturas arcaicas.  

En términos generales la vía derecha ha sido asociada con la luz y la claridad del sol, el día, lo masculino. El espíritu y la trascendencia de la búsqueda de lo divino por encima de lo material. Lo comunitario y jerárquico del orden social como reflejo del orden cósmico.  

Por su parte, la vía izquierda ha estado vinculada a la oscuridad y lo oculto en la luna, la noche, lo femenino. Lo material y lo inmanente de la sacralización del cuerpo y el mundo físico. Lo individual y transgresor del camino del solitario en el caos originario.  

Estas distinciones no son arbitrarias. En el Hinduismo, por ejemplo, existen dos formas principales el Tantra blanco o Dakshinachara, la vía derecha, que busca la iluminación a través de la disciplina y la obediencia a las escrituras; y el Tantra rojo o Vamachara, la vía izquierda, que trabaja con lo prohibido como los rituales sexuales o el uso de sustancias para trascender los límites convencionales. Ambas son válidas, pero parten de premisas distintas.  

En Occidente, podemos rastrear esta dualidad en la filosofía griega. Platón, con su mundo de las Ideas y su desdén por lo material, representa un pensamiento de "vía derecha". En cambio, los filósofos presocráticos como Heráclito, que abrazaban el cambio perpetuo y la tensión de los opuestos, tenían un enfoque más cercano a la "vía izquierda".  


La Degradación Moderna de estos Conceptos


Con el advenimiento de la Ilustración y la secularización de la sociedad, estas vías perdieron su conexión con lo sagrado y fueron reducidas a categorías políticas. La derecha pasó a significar conservadurismo, capitalismo y nacionalismo, mientras que la izquierda se asoció con revolucion, igualitarismo y materialismo dialéctico. Esta simplificación borró las dimensiones espirituales que alguna vez tuvieron.  

Hoy, la "derecha" política a menudo defiende tradiciones vaciadas de su contenido metafísico, reducidas a meros símbolos identitarios. La "izquierda", por su parte, ha abrazado un progresismo que frecuentemente niega toda posibilidad de trascendencia, centrándose únicamente en reivindicaciones materiales. Ambas han olvidado que, en su origen, derecha e izquierda no eran enemigas, sino polos complementarios de una misma realidad.  


Hacia una Recuperación del Sentido Original


El desafío actual no es elegir entre tradición y modernidad, ni entre derecha e izquierda en su sentido degradado. Se trata, más bien, de redescubrir el núcleo permanente detrás de estas categorías. La tradición debe ser revitalizada como una fuerza viva, no como un museo. Las vías derecha e izquierda deben ser entendidas nuevamente como caminos espirituales, no como consignas políticas.  

Solo así podrá el hombre contemporáneo reconciliarse con su herencia sin caer en el fundamentalismo, y abrazar el cambio sin perderse en el caos. La llama de la tradición sigue ardiendo; solo falta que nuevas manos la sostengan. 

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