La Teoría del Valor y la Infancia de la Economía

 

La economía, como disciplina que busca entender la producción, distribución y consumo de bienes y servicios, ha estado históricamente dominada por debates en torno al valor como punto cardinal. Desde los clásicos como Adam Smith y David Ricardo hasta las corrientes marginalistas y neoclásicas, la pregunta sobre qué determina el valor de un bien ha sido central. Figuras como Silvio Gesell y Kevin Carson han argumentado que la teoría del valor, en su forma tradicional, ha mantenido a la economía en un estado de inmadurez científica. Para ellos, las concepciones rígidas y ahistóricas del valor —ya sea laboral o subjetivo— han impedido una comprensión más dinámica y realista de los procesos económicos.


La Teoría del Valor en la Tradición Clásica y su Crisis


La economía política clásica, con Smith y Ricardo a la cabeza, estableció que el valor de un bien derivaba del trabajo necesario para producirlo. Esta teoría del valor-trabajo, posteriormente desarrollada por Karl Marx, buscaba una medida objetiva del valor, anclada en condiciones materiales de producción. Sin embargo, esta visión pronto enfrentó problemas ¿cómo explicar el valor de bienes no reproducibles, como una obra de arte? ¿O la aparente paradoja de que algunos bienes con mucho trabajo incorporado tengan poco valor de mercado?

La revolución marginalista del siglo XIX, con figuras como Carl Menger, William Stanley Jevons y Léon Walras, desplazó la discusión hacia el valor subjetivo. Según esta corriente, el valor no reside en los costos de producción, sino en la utilidad marginal que los individuos asignan a los bienes. Este enfoque, que dominaría la economía neoclásica, parecía resolver algunas contradicciones de la teoría clásica, pero introdujo otras. Al reducir el valor a preferencias individuales, desconectadas de estructuras sociales y relaciones de poder, la teoría marginalista terminó naturalizando desigualdades y asimetrías económicas como simples reflejos de elecciones racionales.


Silvio Gesell y El Dinero como Distorsión del Valor Real


Silvio Gesell, un economista heterodoxo del siglo XIX y XX, criticó tanto la teoría del valor-trabajo como la marginalista por ignorar el papel distorsionador del dinero en la economía. En su obra El Orden Económico Natural, Gesell argumentó que el sistema monetario basado en el dinero acumulable y generador de interés crea una brecha artificial entre el valor real (la capacidad productiva de la sociedad) y el valor financiero (la acumulación de capital sin contrapartida productiva).

Para Gesell, la economía seguía en la infancia porque no entendía que el dinero, en su forma tradicional, era un obstáculo para la libre circulación de bienes y servicios. Propuso reformas radicales, como el dinero oxidable con una tasa de depreciación periódica para evitar la acumulación improductiva y asegurar que el valor reflejara verdaderamente la actividad económica real. Su crítica no era solo técnica, sino filosófica donde el valor, en una economía sana, debería emerger del intercambio fluido y no de la escasez artificial impuesta por instituciones monetarias rígidas.


Kevin Carson y el Valor en la Economía Mutualista


Kevin Carson, un pensador contemporáneo influenciado por el mutualismo de Proudhon y el anarquismo de mercado, lleva la crítica un paso más allá. En Studies in Mutualist Political Economy, Carson argumenta que tanto la teoría laboral como la subjetiva del valor son incompletas si no se consideran las estructuras de poder que distorsionan los mercados. Para él, el valor "real" es sistemáticamente manipulado por monopolios, privilegios burocráticos y relaciones de propiedad coercitivas.

Carson señala que la economía neoclásica, al asumir mercados perfectamente competitivos, ignora cómo el capitalismo realmente existente se basa en la extracción de rentas y la supresión de alternativas económicas más descentralizadas. Su enfoque sugiere que el valor solo puede entenderse en un contexto de libre acceso a los recursos y ausencia de coerción institucionalizada. En este sentido, la economía como ciencia sigue en la infancia porque no cuestiona las premisas jerárquicas que subyacen a sus modelos.


El Problema del Dinero y la Artificialidad del Valor Financiero


Silvio Gesell identificó con claridad que el dinero, en su forma convencional, no es un mero medio de intercambio neutral, sino una institución social que condiciona toda la estructura económica. Su crítica al dinero como herramienta de acumulación y dominación revela una paradoja fundamental, mientras que la economía real depende del flujo constante de bienes y servicios, el sistema financiero moderno incentiva la retención y la especulación. El interés, en particular, actúa como un mecanismo que extrae riqueza sin contrapartida productiva, creando una brecha creciente entre el valor generado por el trabajo y el valor capturado por el capital financiero.

Esta distorsión no es un accidente, sino una consecuencia directa de un sistema monetario diseñado para privilegiar a los acreedores sobre los productores. Gesell propuso el "dinero libre" (Freigeld) como solución, una moneda que pierde valor con el tiempo, incentivando su circulación en lugar de su acumulación. En esencia, su revolución monetaria buscaba realinear el valor financiero con el valor real, eliminando la renta parasitarias y permitiendo que los precios reflejaran con mayor fidelidad las dinámicas productivas. Sin embargo, aunque su diagnóstico es poderoso, su solución sigue siendo parcial, ya que no aborda plenamente las estructuras de poder que subyacen a la propiedad y el control de los recursos.


Kevin Carson y la Crítica al Monopolio Institucionalizado


Aquí es donde la contribución de Kevin Carson se vuelve crucial. Para Carson, el problema no es solo el dinero, sino todo el entramado institucional que distorsiona los mercados en favor de intereses concentrados. Su análisis del "capitalismo realmente existente" muestra cómo el Estado y las élites económicas colaboran para crear escasez artificial, ya sea mediante patentes, cercamientos de tierras, subsidios a corporaciones o regulaciones que sofocan la competencia. En este contexto, el valor de mercado no surge de un intercambio libre, sino de un sistema diseñado para extraer rentas.

Carson argumenta que, en ausencia de estos privilegios, el valor tendería a reflejar verdaderamente el trabajo y las preferencias individuales, pero en un marco de cooperación voluntaria y acceso equitativo a los recursos. Su mutualismo sugiere que la economía podría funcionar sin explotación si se eliminaran las coerciones institucionales, permitiendo que el valor emergiera de redes descentralizadas de producción y comercio. Sin embargo, aunque su crítica al poder es incisiva, carece de un mecanismo concreto para evitar que nuevas formas de acumulación surjan en un sistema sin regulaciones.


Hacia una Teoría Integrada del Valor. Más allá de Gesell y Carson


Tanto Gesell como Carson, desde tradiciones distintas, coinciden en que la teoría del valor debe trascender sus formulaciones estáticas. Una economía científica madura requeriría una visión dinámica del valor, que reconozca su dependencia de instituciones monetarias y marcos legales (Gesell), una crítica de las estructuras de poder que distorsionan los precios y la asignación de recursos (Carson), un enfoque interdisciplinario, integrando historia, sociología y ecología, para evitar reduccionismos como fetichizar el trabajo o las preferencias individuales.

Es necesario examinar cómo las estructuras monetarias y las relaciones de poder distorsionan el valor, cómo las alternativas propuestas por estos pensadores podrían integrarse en una visión más amplia, y por qué una teoría económica madura debe abandonar definitivamente los dualismos reduccionistas entre "valor objetivo" y "subjetivo".

La síntesis entre Gesell y Carson no consiste simplemente en combinar sus ideas, sino en reconocer que el valor es un fenómeno multidimensional que no puede reducirse ni al trabajo, ni a la utilidad marginal, ni siquiera a las estructuras monetarias o de poder por separado. Una teoría madura del valor debe integrar estas dimensiones en un marco dinámico que considere el trabajo y los recursos naturales siguen siendo fundamentales, pero su traducción en precios depende de instituciones monetarias y marcos legales. Las preferencias individuales importan, pero están mediadas por desigualdades estructurales que las condicionan y el valor no se determina en un vacío, sino en un campo de fuerzas donde actores con distintos niveles de influencia imponen sus intereses. Lo que se considera "valioso" cambia con el tiempo, y las instituciones económicas deben adaptarse para no cristalizar privilegios del pasado. En este sentido, una economía científica madura no puede contentarse con modelos estáticos, ya sean los de la teoría laboral o los de la utilidad marginal. Debe adoptar un enfoque sistémico que reconozca cómo el dinero, el poder y las preferencias interactúan en contextos históricos específicos.


Del Dinero Oxidable a las Redes P2P


Las propuestas de Gesell y Carson no son meramente teóricas; tienen implicaciones prácticas que, combinadas, podrían sentar las bases para un sistema económico más justo y eficiente. Por un lado, las monedas depreciables como el Freigeld podrían frenar la acumulación financiera improductiva, mientras que las redes de producción peer-to-peer como las defendidas por Carson reducirían la dependencia de monopolios corporativos. Juntas, estas reformas apuntan a una economía donde el valor ya no esté secuestrado por intereses concentrados, sino que emerja de intercambios genuinamente libres y cooperativos.

Sin embargo, incluso esto podría ser insuficiente. Una teoría del valor realmente superadora debería incorporar también las críticas ecológicas que cuestionan la noción misma de crecimiento infinito. El valor no puede entenderse sin considerar sus costos ambientales y sociales, aspectos que tanto Gesell como Carson tocaron solo tangencialmente.


La Economía como Ciencia de lo Posible


La economía sigue en la infancia no por falta de sofisticación matemática, sino por su incapacidad para cuestionar sus propios fundamentos institucionales y políticos. Gesell y Carson, cada uno a su manera, señalaron caminos para su maduración: el primero, desmontando el mito del dinero neutral; el segundo, exponiendo las coerciones ocultas tras los mercados "libres". Pero una teoría del valor adecuada al siglo XXI debe ir más allá, integrando sus aportes con otras críticas radicales y, sobre todo, con prácticas transformadoras que demuestren que otra economía es posible.

Mientras los economistas sigan debatiendo entre "valor objetivo" y "subjetivo" sin cuestionar el sistema que distorsiona ambos, la disciplina seguirá siendo una ciencia infantil. La madurez llegará cuando, finalmente, entienda que el valor no es una esencia oculta en las mercancías, sino un producto de relaciones humanas—y que, por lo tanto, puede ser redefinido comúnmente.

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