Un Peón del Poder Global en Izquierda y Derecha

 

En el espectro político contemporáneo, el término neoliberal ha perdido su significado original para convertirse en una etiqueta difusa que abarca tanto a supuestos progresistas como a conservadores. Sin embargo, más allá de las apariencias ideológicas, el neoliberal es, en esencia, un sujeto cuya cosmovisión está completamente subordinada a los intereses del mercado global. Su pensamiento no se estructura en torno a principios nacionales, históricos o de justicia real, sino en función de la lógica de la oferta y la demanda, incluso en el terreno de las ideas.

El neoliberal, tanto de izquierda como de derecha, es un producto cultural de la hegemonía financiera internacional. Al igual que el mitromarxista —aquel que, bajo una fachada de izquierda, reproduce la visión histórica liberal-mitrista al servicio de potencias extranjeras—, el neoliberal es un agente, consciente o no, de la desarticulación de los proyectos nacionales y populares. Su discurso puede variar entre el ajuste fiscal brutal y el asistencialismo clientelar, pero siempre dentro de los lobbys y los marcos aceptables para el poder transnacional.


El Neoliberalismo como Cultura Hegemónica


El neoliberal no es simplemente un defensor de políticas económicas de libre mercado; es alguien cuya mentalidad ha sido moldeada por una cultura globalista que rechaza cualquier forma de soberanía económica o política que no esté alineada con los intereses de las grandes finanzas. Su formación intelectual, ya sea en universidades o a través de los medios de comunicación, lo lleva a naturalizar la supremacía del capital financiero sobre los derechos de los trabajadores y las naciones.


El Ajuste como Dogma


En su versión de derecha, el neoliberal es fácilmente identificable, promueve recortes sociales, flexibilización laboral, privatizaciones y una sumisión absoluta a los organismos financieros internacionales. Para él, el Estado es un obstáculo para el "progreso", entendido únicamente como la acumulación de riqueza en manos de una minoría. Su retórica se basa en conceptos como "eficiencia", "meritocracia" y "libertad económica", pero en la práctica, su agenda siempre beneficia a los monopolios y bancos.

Ejemplos históricos abundan desde las políticas de Pinochet en Chile, inspiradas por los Chicago Boys, hasta el menemismo en Argentina, que bajo la consigna de "relaciones carnales" con Estados Unidos destruyó la industria nacional y multiplicó la deuda externa. Estos gobiernos no fueron simplemente conservadores; fueron entreguistas, subordinando el destino de sus pueblos a los dictados del capital extranjero.


Progresismo de Mercado


Más engañosa es la figura del neoliberal de izquierda, aquel que, bajo un discurso progresista, mantiene intacta la estructura económica del saqueo. Este sujeto puede defender el matrimonio igualitario, el aborto legal o la diversidad cultural, pero nunca cuestiona el poder de los bancos, las corporaciones o los fondos buitre. Es un liberal en lo social y un conservador en lo económico.

Este progresismo neoliberal es funcional al sistema porque divide las luchas mientras la gente discute temas identitarios, las grandes empresas siguen evadiendo impuestos, explotando trabajadores y depredando recursos naturales. Ejemplos claros son ciertos gobiernos que, mientras impulsaban leyes de género, firmaban acuerdos con Monsanto o pagaban deudas ilegítimas al FMI.


El Populismo Radical como Enemigo del Neoliberal


Para el neoliberal, tanto de derecha como de izquierda, el verdadero enemigo no es el fascismo o el comunismo, sino el populismo. ¿Por qué? Porque el populismo, en su sentido más auténtico, es la política que pone al pueblo por encima de los intereses financieros. Un gobierno populista no es simplemente uno que reparte subsidios, sino uno que desafía el orden financiero internacional cuando nacionaliza recursos, regula monopolios, rechaza el pago de deudas ilegítimas y defiende la soberanía nacional.

El neoliberal cataloga al populista como "radical" o "extremista" porque su sola existencia demuestra que hay alternativas al modelo de dependencia. Figuras como Juan Domingo Perón, Getúlio Vargas o Hugo Chávez son demonizadas no por ser dictadores aunque muchos neoliberales apoyaron dictaduras militares, sino por haber osado poner límites al capital extranjero.


La Partidocracia y los Think Tanks Globalistas


El neoliberal opera dentro de lo que se conoce como partidocracia, un sistema donde los partidos tradicionales, más allá de sus colores, responden a las mismas élites. Estos partidos no representan al pueblo, sino a lobbies, bancos y empresas. Su función es administrar el país dentro de los parámetros que el mercado global impone.

Además, los neoliberales dependen de think tanks como el CIPPEC en Argentina o la Fundación Milken a nivel global que producen "investigaciones" justificando privatizaciones, ajustes o tratados de libre comercio. Estos centros son financiados por grandes fortunas como Soros, Rockefeller, Gates y su influencia es clave para mantener el sentido común neoliberal.


La Trampa del Asistencialismo Neoliberal


Una de las tácticas más perversas del neoliberalismo es su capacidad de combinar ajustes brutales con asistencialismo focalizado. El neoliberal no está necesariamente en contra de los planes sociales; lo que rechaza es un modelo de distribución real y estructural.

Por ejemplo, un gobierno neoliberal puede recortar pensiones, eliminar subsidios y despedir empleados públicos, pero al mismo tiempo implementar pequeños programas asistenciales para evitar el estallido social. Estos planes no buscan empoderar a los trabajadores, sino mantenerlos en un estado de dependencia clientelar, evitando que exijan derechos laborales plenos.


El Neoliberal como Anti-Nación


El neoliberal, ya sea de derecha o autodenominado de izquierda, es en el fondo un enemigo de los intereses nacionales. Su mente ha sido colonizada por una lógica mercantil que ve al país como una empresa y a los ciudadanos como consumidores de ideas o mano de obra barata.

Mientras el populismo radical busca la liberación económica y política de las mayorías, el neoliberal solo ofrece  dependencia hacia los mercados, hacia las empresas, hacia los organismos de crédito internacional. Su misión, consciente o no, es impedir que la nación recupere su destino.

La batalla contra el neoliberalismo no es solo económica; es cultural. Se trata de desmontar una matriz de pensamiento que nos hace creer que no hay alternativa al dominio del capital financiero. Solo recuperando la conciencia nacional y popular podremos construir un futuro verdaderamente soberano.


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