A mediados del siglo XX, el Río de la Plata se convirtió en un hervidero de propuestas artísticas que buscaban romper con las tradiciones figurativas y académicas, abriendo paso a la abstracción geométrica. Dos movimientos surgieron como pilares de esta revolución estética: el Universalismo Constructivo, liderado por Joaquín Torres García en Montevideo, y el Movimiento MADI, impulsado por Carmelo Arden Quin y Gyula Kosice en Buenos Aires. Aunque ambos compartían raíces en el arte concreto y la abstracción, sus filosofías, métodos y legados tomaron rumbos distintos, marcados por diferencias conceptuales profundas.
Entre Europa y América
El Universalismo Constructivo nació en 1935 de la mano de Joaquín Torres García, un artista uruguayo que, tras décadas en Europa, regresó a Montevideo con una visión sintética del arte moderno. En Barcelona, París y Nueva York, Torres García había absorbido las lecciones del cubismo, el neoplasticismo de Mondrian y el constructivismo ruso, pero también se había desencantado con el eurocentrismo de las vanguardias. Su propuesta fue una reconciliación entre la abstracción geométrica y los símbolos ancestrales de las culturas precolombinas, mediterráneas y orientales. Para él, el arte debía buscar un orden universal, un lenguaje visual que trascendiera lo local sin caer en la imitación servil de Europa.
En cambio, el MADI emergió en 1946 como una escisión radical del grupo Arte Concreto-Invención de Buenos Aires. Carmelo Arden Quin, Rhod Rothfuss y Gyula Kosice rechazaron cualquier vestigio de representación o simbolismo, incluyendo los que Torres García defendía. Su lema era "invención pura": el arte como creación autónoma, liberada incluso de los marcos rectangulares de la pintura tradicional. El MADI se alineaba con corrientes internacionales como el neoconcretismo brasileño y el arte cinético, pero con un espíritu lúdico y disruptivo que lo hacía único.
Orden Cósmico vs. Libertad Absoluta
El Universalismo Constructivo de Joaquín Torres García no fue solo un estilo artístico, sino una cosmogonía. Influenciado por el pensamiento de Platón, la teosofía y el esoterismo occidental, Torres García creía en la existencia de un orden universal accesible a través de la geometría y el símbolo. Para él, el arte concreto no era una abstracción vacía, sino un lenguaje capaz de revelar estructuras arquetípicas comunes a todas las culturas. Su famoso diagrama "América invertida" de 1943, donde el continente sudamericano aparece al revés, no era un simple gesto provocador, era una declaración metafísica. Al invertir el mapa, Torres García proponía que el Sur no era la periferia del mundo, sino su centro espiritual, un lugar donde el arte podía regenerarse lejos del positivismo europeo.
El MADI, en cambio, se nutrió de corrientes filosóficas más cercanas al existencialismo y al materialismo dialéctico. Carmelo Arden Quin, formado en el marxismo, veía en la abstracción geométrica una herramienta para liberar al arte de las ataduras de la representación burguesa. Pero a diferencia de los realistas sociales, el MADI no pretendía reflejar la lucha de clases, su revolución era formal y perceptiva. Gyula Kosice, por ejemplo, hablaba de un "arte hidroespacial" donde el agua —fluida, inasible— simbolizaba la disolución de todas las jerarquías. Si el Universalismo buscaba un orden trascendente, el MADI celebraba el caos creativo como motor de la invención.
Identidad vs. Internacionalismo
Aquí surge una paradoja. Aunque ambos movimientos se declaraban universalistas, sus posturas políticas eran casi opuestas. Torres García, pese a su discurso anticolonial, mantenía una visión esencialista de lo hispanoaméricano. Su interés por el arte precolombino y los símbolos ancestrales lo acercaba a lo que hoy llamaríamos decolonialidad, pero con un matiz conservador, creía en esencias culturales inmutables. Su taller en Montevideo funcionaba casi como una escuela medieval, donde los aprendices absorbían un dogma estético sin cuestionarlo.
El MADI, en cambio, rechazaba toda nostalgia. Para Kosice y Arden Quin, la verdadera vanguardia debía ser nómada y desterritorializada. Sus obras no hablaban de raíces, sino de futuros posibles como ciudades flotantes, máquinas luminosas, poemas que se autodestruían. Esta actitud los acercaba a figuras como Buckminster Fuller o el grupo Zero en Alemania, para quienes la tecnología era un instrumento de emancipación global. Sin embargo, su internacionalismo chocaba con el contexto peronista de Argentina, donde el arte era instrumentalizado como propaganda. El MADI optó por el exilio interior, crear como si las fronteras no existieran.
Artesanía vs. Industria
Las diferencias materiales entre ambos movimientos también revelan divisiones ideológicas. El Universalismo Constructivo privilegiaba técnicas artesanales como tallado en madera, óleo sobre tela, grabado en piedra. Torres García desconfiaba de la máquina, asociándola con la deshumanización capitalista. Sus obras tenían una calidez táctil, una rugosidad deliberada que las diferenciaba del frío precisionismo de los concretos europeos.
El MADI, en cambio, abrazó la industria como aliada. Kosice trabajaba con aluminio anodizado, plexiglás y luces de neón; Arden Quin inventó los "coplanales", pinturas modulares que el espectador podía reordenar. Esta fascinación por lo industrial no era ingenua al reflejaba una fe en que la tecnología podía democratizar el arte. Mientras Torres García tallaba amuletos para un mundo perdido, el MADI diseñaba juguetes para un futuro por venir.
Símbolos vs. Pureza Formal
En la pintura, las diferencias entre ambos movimientos saltan a la vista. El Universalismo Constructivo empleaba retículas geométricas —herencia de Mondrian—, pero las poblaba de símbolos arquetípicos como soles, barcos, relojes de arena y figuras humanas esquemáticas. Torres García llamaba a esto "estructuración con símbolos", donde la geometría no era un fin en sí misma, sino un vehículo para expresar un cosmos ordenado y atemporal. Su paleta combinaba colores primarios con tierras y negros, evocando tanto la modernidad como la artesanía ancestral. Obras como "Constructivo con símbolos" de 1943 resumen esta síntesis en una cuadrícula que podría ser un plano urbano o un códice prehispánico.
El MADI, en cambio, eliminó todo rastro de narrativa o simbolismo. Sus pinturas eran campos de color puro, con formas irregulares que desbordaban los límites del lienzo. Arden Quin y Rothfuss introdujeron los "marcos recortados", donde el soporte mismo adoptaba formas de polígonos o curvas, rompiendo con la tradición rectangular. En "Rojo y negro" de 1946, Arden Quin reduce la composición a dos planos cromáticos que chocan en una diagonal dinámica, sin referencia alguna al mundo exterior. Esta era una abstracción autorreferencial, donde la obra solo hablaba de sí misma.
Organicidad vs. Tecnología
La tridimensionalidad también revela contrastes. El Universalismo privilegió materiales orgánicos —madera tallada, piedra— en esculturas que recordaban totems o estelas arcaicas. Torres García veía en estas formas una conexión con lo primitivo y lo sagrado. Su "Monumento cósmico" de 1938 es un ensamblaje de volúmenes geométricos que sugieren un altar o un mapa estelar, donde cada ángulo y textura parece cargado de significado.
El MADI, en cambio, abrazó los materiales industriales del acero, plexiglás, aluminio. Sus esculturas eran móviles o desmontables, anticipando el arte cinético. Gyula Kosice, por ejemplo, creó obras como "Röyi" de 1944, donde planos de metal se articulan en equilibrios inestables, invitando al espectador a interactuar. Para el MADI, el arte no era un objeto estático, sino una experiencia en transformación.
Integración vs. Utopía
Torres García soñaba con un arte integrado a la vida cotidiana. Diseñó muebles, murales públicos como el del Hospital Saint Bois en Montevideo y hasta juguetes de madera, siempre con su vocabulario geométrico-simbólico. Su arquitectura ideal era monumental y humana, como un templo moderno para el "hombre universal".
El MADI, fiel a su espíritu futurista, proyectó ciudades imaginarias. Kosice ideó la "Ciudad Hidroespacial" de 1946, una metrópoli suspendida en el aire, con estructuras de acero y agua en movimiento. Era una utopía donde el arte, la tecnología y el urbanismo se fusionaban en una visión casi cienciaficcional.
Ritmo vs. Ruptura
En música, el Universalismo influyó en compositores como Héctor Tosar, que exploraron estructuras matemáticas inspiradas en la geometría. No hubo una "música universalista", pero sí una búsqueda de patrones armónicos que reflejaran el orden cósmico.
El MADI, en cambio, se acercó al ruidismo y la poesía fonética. Kosice incorporó sonidos mecánicos en sus instalaciones hidrocinéticas, donde el agua golpeaba metales, creando una música aleatoria. Era un arte sonoro no compositivo, en línea con el azar dadá.
En literatura, Torres García escribió tratados y caligramas donde palabras y símbolos se organizaban en retículas. Su "Gramática del constructivismo" es tanto un poema visual como un manifiesto teórico. El MADI, en cambio, produjo poesía concreta con palabras sueltas, tipografías asimétricas, textos que eran también esculturas de papel. Su Manifiesto MADI de 1946 era un collage de frases cortantes: "Inventar es no copiar".
Tradición vs. Innovación
El Universalismo Constructivo dejó una escuela —el Taller Torres García— que formó a generaciones de artistas uruguayos, desde José Gurvich hasta Julio Alpuy. Su reivindicación de lo hispanoaméricano como centro y no periferia del arte moderno sigue vigente.
El MADI, en cambio, se dispersó en múltiples direcciones como el arte óptico, el cinetismo, incluso el digital. Kosice llegó a usar láseres y holografías en los años 70, mientras Arden Quin siguió explorando la invención pura hasta su muerte en 2010.
Dos Rutas Hacia la Modernidad
Ambos movimientos compartieron el rechazo al realismo y la fe en la geometría, pero sus caminos fueron opuestos. El Universalismo buscó raíces en lo ancestral, creando un arte que era a la vez moderno y arcaico. El MADI abrazó la desmaterialización y el futuro, disolviendo fronteras entre arte, diseño y tecnología.
Sus obras dialogan en museos y bienales, recordándonos que el Río de la Plata no fue solo receptor de vanguardias, sino un laboratorio único donde la abstracción se hizo tan vital como política. Torres García y Kosice, cada uno a su modo, demostraron que el arte geométrico podía ser universal sin ser impersonal, y radical sin perder su humanidad.
¿Vanguardia o Provincialismo?
Aunque hoy ambos movimientos son celebrados, en su época enfrentaron incomprensión. Los críticos europeos vieron al Universalismo como un primitivismo tardío, una imitación exótica de las vanguardias. El MADI, en cambio, fue tachado de "cosmético" por su énfasis en la forma pura. Solo décadas después, con el auge de los estudios poscoloniales y el arte conceptual, se reconoció su originalidad.
Torres García, por ejemplo, anticipó debates actuales sobre interculturalidad. Su síntesis de símbolos indígenas y geometría moderna prefiguró el trabajo de artistas como Jorge Eielson o José Bedia. El MADI, por su parte, puede leerse como un precursor del arte relacional de los 90 sus obras móviles e interactivas anunciaban la era de la participación digital.
¿Dónde Están Hoy?
El legado del Universalismo y el MADI sigue vivo, pero de modos distintos. En Uruguay, el Taller Torres García es hoy una institución casi sagrada, pero también un lugar de disputa. Algunos artistas jóvenes lo acusan de dogmático; otros, como Ignacio Iturria, reinventan su lenguaje con ironía posmoderna.
El MADI, en cambio, no dejó una escuela, sino un espíritu. Sus ideas resuenan en el arte digital, el diseño generativo y hasta en el metaverso. Cuando un artista como Rafael Lozano-Hemmer crea instalaciones interactivas con algoritmos, está cumpliendo el sueño hidroespacial de Kosice.
Geometrías de la Resistencia
Más que estilos, el Universalismo Constructivo y el MADI fueron estrategias de resistencia. El primero resistió al colonialismo cultural con símbolos; el segundo, al realismo político con pura forma. Hoy, en un mundo globalizado pero fracturado, su diálogo sigue urgente ¿cómo ser universal sin caer en lo genérico? ¿Cómo ser radical sin volverse hermético?
Torres García y Arden Quin quizá responderían lo mismo, inventando. Porque al final, como escribió Kosice, "el arte no representa, construye realidades". Y en esa construcción, el Río de la Plata sigue siendo un laboratorio abierto.
Comentarios
Publicar un comentario